jueves, 23 de agosto de 2012

Cada vez que llovió, paró? Hoy siento como si la ciudad fuese huésped de algúna especie de brisa o aroma romántico. Supongo que es este clima primaveral que con tanta ansia esperábamos o el hecho de que llevo un tiempo viendo a mi vecina de 94 años sentarse de manera religiosa durante horas en el sillón del hall de mi edificio, como si fuese parte del hábito anglófilo de tomar el té a las 4, con la mirada en la nada, o en el todo, intercambiando alguna que otra casual conversación con vecinos que van y vienen. La expresión perdida de su mirada es algo que me enternece el corazón, como si estuviese esperando algo, una ilusión, algo que muchos creerían no llegará, pero que ella espera que sí. Es un lindo escenario para llegar a mi casa, como una cálida bienvenida a tu hogar. Y quizás es eso todo lo que necesitamos, una imagen que le de un poco de color a nuestro día, que hable y transmita esperanza por si sola, callando todo lo demás. Quizás esa es la razón por la cual usamos tantas palabras, porque nunca pudimos encontrar las correctas, o más triste aún, nunca aprendimos a usarlas.
"El amor está en todas partes" empieza alguna de las tantas películas que miré, con una entrañable imagen de un aeropuerto y cientos de reencuentros acompañados de frases dramáticas; y pienso, el amor efectivamente está en todo nuestro alrededor: en los ladridos de mi perro cuando piensa que está expuesta a una amenaza irreal, en el abrazo con el que me recibe mi hermana cuando me vé, en lo nostálgico que tienen las estaciones de trenes, en el andar perdido de hombres y mujeres que tratan de resolver su vida mientras caminan sus 5 cuadras diarias por Microcentro, en la impulsiva reacción que tenemos cuando subimos el volumen al escuchar nuestra canción favorita, en las risas, los abrazos, en el sufrimiento que acompaña nuestras vidas, las dudas, lo incierto, las personas que somos, fuimos y seremos.
Y así y todo, sigo sosteniendo que venimos solos a este mundo, y solos es como lo abandonamos. Y es que solo hay una delgada línea entre dependencia e independencia, y probablemente se preguntarán ¿Quién podría vivir en soledad? Bueno, yo creo que las relaciones de dependencia solo dejan pequeñas sombras de felicidad instantánea y vacía, todas tienen su inminente final. Y algo que no necesito es necesitar de alguien, al menos no por ahora.

Andrea

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